Qué duda cabe que en los calurosos meses estivales somos considerablemente más proclives a mantener relaciones sexuales. Esta tendencia a la promiscuidad estival se debe a que todos los días sale el sol, y con el Lorenzo más veraniego, esas benditas horas de luz, que además de suponer una inmediata inyección de vitamina D a nuestros cuerpos bronceándose en la arena, influyen sobre la parte del cerebro que regula las hormonas sexuales.
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